viernes, 13 de junio de 2008

RICARDO ROCHA.

Detrás de la Noticia
Ricardo Rocha
12 de junio de 2008 Universal.

El juego que todos jugamos
Así se titulaba la obra del gran Alejandro Jodorowsky que en mis tiempos de universitario se representó cientos de veces en cuanta compañía amateur o profesional había entonces. Se trataba de una sucesión, más o menos hilvanada, de escenas inspiradas en los conductistas de moda, en las que se recreaban situaciones sobre los más contrastantes sentimientos humanos: los celos, el deseo, el egoísmo, el aislamiento, la felicidad, el odio, la indiferencia y, en fin, el amor y el desamor. Todo a base de los llamados sicodramas que plasmaban en el escenario las angustias existenciales —que ya se comenzaban a padecer en esos tiempos— con buenas dosis de realismo y un sentido del humor ciertamente ácido.
Hoy se me agolpan todos esos recuerdos a propósito del episodio melodramático de Santiago Creel que, ya que estamos en el teatro, nos remite a Calderón —pero De la Barca— con aquello de que “yo sueño que estoy aquí, de estas prisiones guardado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi”. O a lo otro de que “en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, pero ninguno lo entiende”.
Así, en este país, el juego que todos jugamos es el de la democracia. Por supuesto que sólo cuando nos conviene. En sus dos variantes: la representativa y la participativa. A ver, en el centro del debate nacional está ahora la consulta de Marcelo Ebrard sobre la propuesta petrolera de Felipe Calderón. Y mientras transcurren los foros sobre la ya de por sí polémica reforma, crece también la rabiosa discusión sobre la conveniencia de una consulta popular que juzgue la iniciativa presidencial. Todo, antes de su resolución final en el Senado de la República.
Por lo pronto, los panistas y el gobierno federal van perdiendo de todas todas. En términos boxísticos, los panegiristas de la reforma han sido auténticos flanes para los críticos de la iniciativa y para quienes de plano se oponen a ella. Como si se tratara de peleas de dar lástima entre esqueléticos pesos mosca que son apabullados por la pegada contundente de auténticos pesos completos. La pura lista de unos y otros es un adelanto de una ya larga serie de nocauts efectivos.
En lo que hace al debate por la consulta la paliza va por el estilo. Los oficialistas ya perdieron la batalla de la supuesta inconstitucionalidad. Los más prestigiosos especialistas del derecho se han pronunciado claramente: la consulta no sólo es legal, constitucional y legítima, sino lógica y moralmente necesaria para la vida democrática de la nación. Así de claro.
Por eso ahora la descalificación se basa en la simpática tesis de que todos somos idiotas y que nuestro limitado raciocinio no nos da para decidir en un asunto tan complejo, por lo que este ejercicio de democracia participativa debe ser descartado. En cambio, para eso está nuestra democracia representativa. Que decidan nada más nuestros próceres en el Congreso. Al fin que ya podemos estar seguros de que en lo científico hay decenas de Einstein y Madames Curie entre nuestros legisladores. Que en lo moral sobran los émulos de Ghandi y la madre Teresa. Y en lo patriótico, todos se asemejan a Hidalgo, Morelos y la corregidora.
Los oportunistas de la democracia también ofenden nuestra inteligencia con la desmemoria. Como si no estuviesen allí los hechos incontrovertibles tan sólo en los tiempos muy recientes: en agosto del 2000, los diputados panistas pidieron incluir en la Constitución las figuras de referéndum, plebiscito e iniciativa popular; en julio de 2007 el PAN del DF exigió al gobierno perredista que hiciera una consulta ciudadana sobre el trascendente asunto de los parquímetros en Polanco y Anzures; en el mismo mes el actual senador Felipe González propuso un plebiscito para determinar si los sacerdotes podían ocupar cargos de elección popular; al finalizar ese año otro senador en activo, Juan Bueno Torio, impulsó otra vez una iniciativa de reforma constitucional para incluir plebiscito y referéndum porque “la voluntad de los ciudadanos es la autoridad máxima”.
Por eso Santiago Creel estaba condenado al fracaso. Imposible arreglar en semanas una incongruencia de años. Pero el miedo suele ser un consejero despiadado. Decíamos apenas la semana pasada que la batalla por la consulta podía ser sanguinaria. Y ya hay un primer muerto.
ddn_rocha@hotmail.com

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