sábado, 21 de marzo de 2009

Desfiladero*****

Desfiladero
EU acumula más tropas en la frontera, el narco sigue siendo el rey y la vía electoral está cancelada

Jaime Avilés

Felipe Calderón fijó el próximo 15 de abril como fecha límite para que la Secretaría de Energía y Petróleos Mexicanos determinen dónde se construirá la nueva refinería que su gobierno (o como se llame) anunció hace un año, en respuesta a la movilización nacional encabezada por Andrés Manuel López Obrador contra la privatización de Pemex. ¿Por qué perdió tanto tiempo en tomar una decisión de extrema urgencia?

No hay que organizar paneles de debate, simposios de adivinos o rifas entre gobernadores para darse cuenta de que hay tres lugares idóneos para la nueva refinería. El mejor, sin duda, es Tuxpan, Veracruz, en el norte del Golfo de México, porque ahí llegan todas las gasolinas que compramos en el exterior y desde ahí se distribuyen al resto del país mediante una red de ductos creada para tal propósito. Lo lógico, por tanto, sería instalar la planta en ese sitio, pues su costo sería el más bajo comparado con el de las otras dos opciones ideales: Minatitlán y Salina Cruz.
Minatitlán, Veracruz, cuenta ya con una refinería que está en proceso de reconfiguración desde hace cinco años. Quienes saben de esto recomiendan aprovecharla y añadirle un segundo tren de refinación para duplicar de este modo su capacidad de generar gasolinas, diesel, turbosina, combustóleo y otros derivados del petróleo. El tren de refinación que ya tiene es, digamos en palabras sencillas, la sección de acabado final del producto. A México, en consecuencia, le saldría mucho más barato añadirle a la planta de Minatitlán ese segundo tren de refinación que edificar en cualquier otro punto una refinería completa de principio a fin.
Tal sería, por ejemplo, el caso de la tercera alternativa: Salina Cruz, Oaxaca, un lugar escogido por los expertos gracias a su ubicación estratégica, ya que las gasolinas y demás combustibles que allí se fabricaran podrían abastecer a toda la costa mexicana del Pacífico y contribuir al ahorro interno en la medida en que disminuirían los gastos de envío desde la costa del Golfo.
¿Por qué, se preguntan los sabios, Calderón se ha tardado tanto en iniciar la obra de la nueva refinería o, más aún, por qué se negó desde el principio a montar las tres refinerías que México requiere para dejar de importar gasolinas totalmente? La respuesta es obvia: aunque represente una inmensa sangría económica para el país, la compra de combustibles en el extranjero es un fantástico negocio para la mafia incrustada en el gobierno, en la industria paraestatal y en las empresas que a ésta sirven en la materia.
Desde los más altos niveles del Ejecutivo, pasando por Pemex y terminando en los contratistas que lo surten, la desaparición de la compra de gasolinas importadas significaría la pérdida de jugosas comisiones y mordidas que van a dar a cuentas secretas y multimillonarias en dólares.
Lo mismo sucede con el gas natural. Cada 24 horas Pemex quema un millón de pies cúbicos de este combustible en el megayacimiento de Cantarel y, en ese mismo lapso, adquiere 750 mil pies cúbicos en Altamira, Tamaulipas, y cerca de Tijuana, Baja California, a las empresas British y Sempra. La razón por la cual quema ese gas en el mar de Campeche es que, durante el sexenio de Marta Sahagún de Fox, Pemex inyectó nitrógeno en Cantarel para aumentar la presión en el fondo de los pozos de modo que el petróleo saliera más rápido. Sin embargo, el nitrógeno contaminó el gas natural, y los tecnócratas a las órdenes de la mafia panista, en vez de instalar una planta que separe el gas del nitrógeno, resolvieron simplemente quemar el gas… y comprarlo en la frontera norte. ¿Por qué? Porque para ellos también es un gran negocio, igual que el de las gasolinas importadas.
Si el principal derivado del petróleo en el mundo es la guerra, como decía Fontanarrosa, en México lo es la corrupción. Véase el caso del yacimiento de Chicontepec, donde el ingeniero Francisco Garaicochea, premio nacional de Ingeniería Petrolera, descubrió el siguiente absurdo que, el pasado miércoles, durante la conmemoración del 71 aniversario de la nacionalización de la industria, denunció Octavio Romero Oropeza, secretario para la austeridad republicana del gobierno legítimo de López Obrador.
Garaicochea demostró que, en 2007, el costo de producción de cada barril de petróleo extraído en Chicontepec era de 134 dólares, mientras su precio de venta era apenas de 62, lo que ocasionaba una pérdida de 72 dólares por barril. Vaya negocio, ¿no? Los únicos que obtuvieron fortunas con tales contratos fueron los ricos empresarios extranjeros, que cobraron por la perforación y extracción, y sus socios metidos en la industria nacional, dijo Romero Oropeza.
El gobierno (o lo que sea) de Calderón acaba de revelarnos que el paleocanal de Chicontepec es un yacimiento mucho mayor que Cantarel, pero tiene un problema: el petróleo que contiene se encuentra a una profundidad tal que ninguna tecnología existente en el mundo puede alcanzarlo y, según cálculos conservadores, pasarán varias décadas antes de que inventen los popotes capaces de succionarlo y traerlo a la superficie.
No obstante, ese campo ya fue concesionado a diversas firmas foráneas, que seguirán cobrando por chupar lo que puedan, a sabiendas de que cada pozo de Chicontepec tiene una producción inicial de 150 barriles diarios que, a los pocos meses, se reduce a 15. Por ello, Calderón y su director general de Pemex, Jesús Reyes Heroles, han puesto en marcha un programa para perforar 16 mil pozos, a razón de mil 200 por año, durante 14 años, y lo harán, cueste lo que cueste, aun teniendo en cuenta que, cada día, 750 pozos de Chicontepec producen lo mismo que dos de Cantarel.
Como salta a la vista, mientras esta banda de asaltantes de las riquezas públicas se mantenga en el poder, el país no podrá comenzar a levantar cabeza. Hay que echarlos. Urge, es obvio…

Mañana, todos al Zócalo

El problema es quiénes y cómo van a sacar a Calderón del poder para propiciar el surgimiento de la cuarta República. No serán los panistas ni los priístas, cuyos líderes nacionales protagonizaron una vergonsoza reyerta en el cónclave de los banqueros en Acapulco. Tampoco los perredistas, cuyas elecciones internas del domingo pasado resultaron tan asquerosas como si las hubiera organizado el PRI de Salinas de Gortari, aunque en el DF los chuchos perdieran 14 de 16 delegaciones, tragando ríos de sopa de su propio chocolante mediante la compra de votos y el reparto de despensas. Sin partidos políticos confiables y con el instituto de la felación electrónica (ife) de rodillas ante Televisa, la vía electoral está cancelada por el momento y el abstencionismo del 5 de julio será histórico. Para colmo, Estados Unidos continúa acumulando tropas en la frontera norte y el narco sigue siendo el rey. La única salida viable que tiene México –y el que sepa de otra que avise– es el movimiento de López Obrador, que mañana se reúne otra vez en el Zócalo para definir nuevas acciones.






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REENVIA: Razones suficientes para destituir a Calderón y encarcelarlo por traición a México.







La andanada

Luis Javier Garrido

El gobierno ilegítimo panista está ofreciendo mayores concesiones a Washington a cambio de obtener su ayuda para sortear la crítica situación por la que atraviesa: a entregar recursos de la nación y atribuciones del Estado a cambio de beneficios privados.
1. La reformulación de la estrategia estadunidense de dominación sobre México anunciada por la administración Obama para sustituir a la llamada Iniciativa Mérida, y que está ahora definiéndose en el Pentágono y el Departamento de Estado, amenaza con abrir nuevas vías para el control estadunidense de México por la actitud cada vez más entreguista del gobierno de facto de Calderón, empeñado en ofrecerlo todo con tal de que el nuevo equipo de la Casa Blanca considere como prioritario ayudar al PAN a mantenerse en el poder, lo que cristalizaría en la visita del nuevo presidente estadunidense a México en abril.
2. La situación de México es cada vez más crítica antes de cumplirse el tercer año del gobierno ilegítimo, según coinciden los análisis hechos por el gran capital privado –como el de Bancomer, del que ayer daba cuenta La Jornada–, pero Felipe Calderón, absolutamente de espaldas al pueblo de México, sigue insistiendo en su misma actitud de indolencia entreguista, sin darse cuenta de que lo están desaprobando no sólo la mayoría de los mexicanos, empobrecidos cada vez más en estos años, sino también aquellos a quienes en su estulticia pretende estar beneficiando.
3. El país está perplejo además tanto por el abandono que manifiesta el equipo calderoniano de sus responsabilidades constitucionales como por la ferocidad con la que está entregado a la corrupción. Mientras los responsables políticos del PAN tratan de ocultar sus vínculos evidentes con el narcopoder y de hacer creer que sólo el PRI está relacionado con los cárteles, Calderón y sus amigos siguen haciendo con las trasnacionales escandalosos negocios ilícitos en materia petrolera, como lo señaló Andrés Manuel López Obrador.
4. La verdad de lo que acontece no puede ocultarse ya que los hechos son contundentes, como lo está entendiendo la propia derecha mexicana. El gobierno extremista de Calderón no tiene proyecto alguno para la nación, pues entiende que su obligación fundamental es ante los poderes trasnacionales –únicos a los que se siente obligado a rendir cuentas–, y que ésta se limita a tratar de aplicar los programas neoliberales privatizadores para seguir desmantelando el Estado nacional y a la vez el buscar seguir cediendo áreas estratégicas al gobierno estadunidense, para lo cual le ha resultado fundamental el clima de violencia que ha instaurado en un remedo del Plan Colombia. Calderón pretende seguir argumentando así ante Obama que el suyo es, junto con el de Uribe, uno de los gobiernos más confiables para Estados Unidos en el continente.
5. La historia tiene sus ironías: en los años de la guerra fría, México era, además de Cuba, el único país latinoamericano que aspiraba a tener una diplomacia independiente frente a Estados Unidos, mientras las demás naciones del continente se asumían como protectorados, y hoy la situación es a la inversa. La carta que Calderón y su reducido equipo de confianza está jugando con Obama, demandándole su ayuda a través de las ya desesperadas gestiones de su embajador Sarukhán, ha cobrado un carácter singular, pues México, junto con Colombia, aparece como uno de los dos países más sometidos a Estados Unidos en el continente, como lo subraya el histórico triunfo electoral de Mauricio Funes, candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en las elecciones del domingo 15 en El Salvador, que entre otras cosas aisla aún más en el continente al gobierno ultraderechista de los panistas mexicanos.
6. El signo que caracteriza a la mayor parte de los gobiernos del continente es el de la definición de políticas propias, pero el de México es el de un entreguismo sin límites ante Estados Unidos y el poder trasnacional. Cuando desde el interior del gobierno colombiano se denuncian ya los efectos catastróficos del Plan Colombia, aquí Calderón quiere que se nos imponga un remedo de éste.
7. El modelo político neoliberal que se ha ido diseñando en los centros de poder financiero supone la reducción a su mínima expresión de los estados nacionales, pues tras la reconversión económica se busca que las decisiones esenciales en materia económica y social sean tomadas por los centros de poder financiero, y el control estratégico militar quede a cargo de las fuerzas del Pentágono, y a eso es a lo que está colaborando Calderón: a hacer de México un territorio de saqueo para el gran capital.
8. La estrategia de Bush ha rendido sus frutos, y desde los años previos a la guerra de 1846-1848, jamás en la historia entre México y Estados Unidos se había producido una andanada de descalificación tan violenta contra México en el Congreso estadunidense y en los medios informativos de ese país, ni una injerencia tan abierta y ofensiva de las autoridades estadunidenses, que han contado con la complacencia vergonzosa del gobierno espurio que, carente de toda dignidad, lo ha aceptado todo.
9. El actual desprestigio internacional de México como un país inmerso en la violencia, la corrupción y el narcotráfico es responsabilidad exclusiva de Calderón, que con su estulta decisión de lanzar una campaña de propaganda con su supuesta "guerra contra el narco", no logró forjarse una imagen sino hundirse en un mayor descrédito, y sí consiguió, por otro lado, el objetivo buscado por Washington de acelerar la descomposición del Estado mexicano. Los exabruptos histéricos de Calderón al sorprenderse por la visión que se tiene en el exterior de su gobierno lo ponen por lo mismo en el centro de la discusión.
10.
El país requiere tener un funcionamiento institucional y conforme a la legalidad constitucional para enfrentar sus gravísimos problemas. Dar curso a la demanda de que es urgente destituir a Calderón del cargo por sus actos evidentes de traición a la patria y por su incapacidad manifiesta para ejercer el cargo, agravada por el escenario de alcoholización que se dice prevalece en Los Pinos, ambos casos conforme al segundo párrafo del 108 constitucional, es la vía para resarcir a la nación e iniciar una rectificación profunda de las políticas actuales, que ignoran por completo los derechos fundamentales de los mexicanos.




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