domingo, 1 de febrero de 2009

Peña Nieto y Televisa


"La Gaviota" promotora del alcoholismo, del machismo y de la violencia contra las mujeres en la tele podría pretender ser "primera dama" e ir al DIF a besar a los niños y niñas y aplicarles la primera vacuna y hablarles de valores?
¿tendría cara para eso?
Dios nos libre!
Claro, para eso y más le sirve ser dizque "actriz" no?Igual que a la Lucero...


Peña Nieto y Televisa



Escrito por Sanjuana Martínez
Jueves, 08 de Enero de 2009 00:00
Conmovedor resulta que la actriz Angélica Rivera le pase la estafeta a su compañera Lucero para seguir promocionando en Televisa los "logros" del Estado de México gobernado por el que, dicen, será el próximo presidente de México, Enrique Peña Nieto.
"Porque es lo correcto, porque así tiene que ser", decía Angélica a finales de diciembre, para justificar el trasvase promocional a la malvada más villana de la telenovela "Mañana es para siempre", a la vez, conductora benévola del Teletón. El problema es que Angélica tenía una incompatibilidad amorosa con su trabajo de publicista gubernamental porque se lío con Peña Nieto durante sus promocionales. Una auténtica historia de Telenovela de "La Gaviota" quien no solo ganó multimillonarias cantidades por vender su alma al señor Peña Nieto, sino que también le ofreció su tesorito a cambio de convertirse en la popular "primera dama" de México. Claro, no se puede tener todo y en un ataque de ética y moral decidió inhibirse en su misión propagandística. Para esto ya está la maquinaria de Televisa.
La sensibilidad de Lucero, en cambio, ofrece una escasa credibilidad a los triunfos del priísta presidencial. No todos hemos olvidado a la fiera que hay en ella, en su relación con los medios. Fue en agosto de 2003 cuando sus guardaespaldas agredieron a la prensa a punta de pistola, mientras la conductora del Teletón se dedicó a defender la prepotente actuación de sus elementos de seguridad: "Yo no tengo que dar cuenta de mis actos a la prensa", dijo para justificar la agresión armada del guarura, "El señor estaba defendiendo su arma de trabajo así como ustedes tienen que defender la cámara". Ni cinco años del conmovedor Teletón han podido borrar la apología a la violencia de Lucero.
De manera camaleónica, la cantante ahora se convierte en la sonriente merolíca de Peña Nieto. ¿Cuánto dinero le están pagando? Sería interesante ver el rubro exacto del desembolso, pero lo único que tenemos son las cantidades ingentes de dinero que el priísta presidencial se gastara en autopromoción en 2009: nada más y nada menos que 150 millones de pesos, incluidas "notas informativas" que en realidad son anuncios; algo que está totalmente prohibido por la ley.
Contrario a un verdadero sentido ético, Peña Nieto y sus asesores de imagen siguen maquinando sus estrategias televisivas para llevarlo a Los Pinos en 2012. Después de la sospechosa "muerte" de su esposa, la relación del gobernador de Edomex con las mujeres ha sido seriamente planificada. Que mejor que unirse a la popularidad de una gaviota, cuyo macho ya tiene nombre y páginas de papel cuché en las revistas del corazón.
Al presidencioso no le basta toda la maquinaria del PRI a su favor, ni tampoco la poderosa estructura de Televisa, que recibe tres quintas partes de los presupuestos de publicidad de los gobiernos y las empresas de México; también requiere de asuntos sentimentales para llegar a los corazones de sus futuros millones de votantes.
El "affaire" Peña Nieto-Gaviota tiene connotaciones mucho más serias que su falsa imagen de romanticismo. La discusión se centra en el papel de los medios de comunicación como catalizadores de las lacras de la sociedad, incluida la propaganda política-electoral como estrategia manipuladora de masas.
La elección de un presidente no debería ser decidida por una televisora. Si Televisa ya tiene su gallo, los mexicanos tenemos el derecho de conocer los beneficios proporcionados a cambio de la propaganda. Durante su campaña para gobernador, Peña Nieto gozó de amplios espacios en todos los programas de Televisa y en sus revistas como Eres, TV y Novela, Caras, Teleguía, Cosmopolitan, Vanidades o Quién. Ahora, rumbo al 2012, el gobernador mexiquense ha estrechado su relación con TV Promo, S.A. de C.V. y Radar Servicios Especializados de Mercadotecnia, ambas empresas propiedad de Televisa que le han diseñado un ambicioso programa mediático con un costo de casi 1.000 millones de pesos que incluye compra de espacios en noticieros de Joaquín López Doriga o Carlos Loret de Mola.
La separación entre publicidad e información es una obligación de las empresas de comunicación que Televisa no está dispuesta a respetar. En una clara violación a las normas elementales del periodismo la televisora propiedad de Emilio Azcárraga Jean se dispone a vender 180 notas a favor de Peña Nieto por un total de 305 millones 688 mil pesos, según consta en los documentos de las dos empresas de publicidad de Televisa. También le ofrece tres reportajes por 5 millones 780 mil pesos; seis entrevistas por 42 millones 858 mil pesos y tres programas en Zona Abierta por 10 millones de pesos, programa conducido por el escritor Héctor Aguilar Camín.
¿Cuánto de este dinero va a alojarse a las bolsas de los periodistas o intelectuales de Televisa? ¿Cuántos millones más engrosarán la fortuna del señor Azcarraga Jean? ¿Cuánto está dirigido a seguir comprando actrices? ¿Cuánto dinero de los mexiquenses se destinará a embellecer la imagen mercadotecnica del próximo inquilino de Los Pinos?
Televisa no tiene derecho a elegir el presidente de todos los mexicanos. Los invito a ver tele con ojo crítico para detectar a los propagandistas y diferenciar a los auténticos periodistas o intelectuales; a las actrices profesionales o a las vedettes vendidas al mejor postor.

Cuando el gobierno llega a faltar

Cuando el gobierno llega a faltar
Arnaldo Córdova
Cuando el gobierno llega a faltarHay varias razones por las cuales el Estado es tan necesario para la sociedad. Una de ellas es que no hay otra fuerza que sea capaz de mantener unido y organizado al cuerpo social; otra es que es la única que puede dar principios generales de organización, convenientes a todos sus integrantes y, al mismo tiempo, capaz de conducirla de acuerdo con esos principios generales que resumen, a su vez, los intereses que son comunes a todos; otra más es que es la sola que puede defender a esa sociedad de los extraños que deseen dañarla o aprovecharse de su debilidad y de sí misma pues, dejada a su libre curso, acabaría autodestruyéndose; pero, ante todo, la sociedad espera que se la conduzca bien y atendiendo a su beneficio.Cuando se habla de gobierno de la sociedad se habla de todas esas cosas y de muchas otras que les son afines. Ahora bien, ese es sólo un polo del problema; si se tratara nada más que de eso, la sociedad podría apreciarse como un cuerpo inerme y sin voluntad propia a la que se debe conducir y la que debe someterse a ello. Esa fue la idea inspiradora de muchos regímenes (las monarquías absolutistas o las dictaduras) y de muchas teorías de la política. Pero la sociedad no es un ente dejado a la voluntad, buena o mala, de otros; es un ser vivo y actuante que necesita ser gobernado, pero que llega a tener la capacidad de decidir cómo desea ser gobernado e, incluso, de decidir también quién lo gobierna.Aquí estamos en presencia de una sociedad democrática que es gobernada por quienes ella decidió; pero tampoco eso es todo. Los teóricos de las democracias anglosajonas se contentan con decir que el supremo poder decisorio de sus ciudadanías es que, si se equivocan en su elección, tienen la revancha para las siguientes elecciones y “castigar” a quienes no les cumplieron. A eso se le ha llamado “simulación” de la democracia. Rousseau decía que los ingleses se creían libres porque cada dos años elegían a sus gobernantes, pero luego volvían a ser tan esclavos como antes. Hablemos de mal gobierno: si no hay más que eso, se estará condenados a no ser gobernados nunca en atención a los intereses comunes de esas ciudadanías, sino a intereses parciales y privados.La democracia está evolucionando a formas de participación ciudadana en las que los ciudadanos tienen la posibilidad de decir y de actuar cuando se los mal gobierna o se les deja de gobernar. Depende de los casos, pero esa participación debería conducir no sólo a que se tenga la capacidad y los medios de decir que se está obrando mal desde el gobierno, sino también a que se esté provistos de medios eficaces para parar y para reordenar las acciones de los gobiernos y, en general, de los poderes del Estado. Hay casos en los que, incluso, se da la revocación del mandato dado a malos gobiernos y a su defenestración.El problema, empero, no es sólo de teoría. Lo que estamos diciendo tiene que ver directamente con lo que hoy está pasando en nuestro país. El autoritarismo presidencialista diseñado en la Constitución de 1917 nos acostumbró a pensar, como sociedad, que estábamos regidos por un verdadero poder político y, es más, a que ese poder nos resolvía todos los problemas que, como colectividad, nos podían aquejar. De repente, todo cambió. Los gobiernos comenzaron a mostrarse ineficaces e incapaces de gobernarnos. Los problemas se fueron acumulando y la vida social, económica y política se fue empobreciendo de modo tal que aquella noción de gobierno acabó por desaparecer.Llegó el periodo de las crisis sucesivas (que no cíclicas, como suelen decir los economistas), desde mediados de los setentas, y la sociedad mexicana comenzó a perder la noción del gobierno. Errores iban y venían y cada vez más el sentimiento de desprotección y abandono se fue apoderando de ella. Es una historia real y todos podemos dar testimonio de ello. Hoy en día ya nadie puede creer en el gobierno de la sociedad. Hasta se ha llegado a añorar a aquellos gobiernos priístas que sabían de verdad gobernar a la sociedad. Los priístas se relamen los bigotes pensando en eso y adoptan una idea de “reconquista”, pensando que ahora será su gran oportunidad. Deben estar soñando.El mal gobierno o el “desgobierno” (expresión que no significa nada para mí) o, peor aún, el vacío de gobierno, comenzó desde mediados de los setentas y cada vez se ha vuelto más evidente, sean priístas o panistas los que gobiernen. Manipular situaciones, como lo hicieron Salinas y Zedillo, no quiere decir gobernar bien. El primero forjó una alianza histórica con el PAN y el segundo le entregó el poder a ese partido derechista, justo cuando menos se parecía a lo que había sido cuando sus fundadores le dieron vida. Todo ello significó tan sólo que se aseguraba a un bloque histórico de derecha (integrado por todos los sectores dominantes en la economía, en la política, en la vida social y hasta en la cultura) su permanencia en el poder, paradójicamente, dejando cada vez más a la sociedad sin gobierno.Que la sociedad se quede sin gobierno quiere decir, dialécticamente, que el gobierno se queda sin sociedad y eso es lo que ahora nos está ocurriendo. Todo se da de un modo de verdad insospechado: los políticos se han acostumbrado a luchar por un poder divorciado de la sociedad, lo que quiere decir, inevitablemente, por un botín que se puede disfrutar sin responsabilidad alguna para con quienes la misma Constitución define como los beneficiarios de ese poder. Que Carstens nos venga a decir, en tiempos de crisis, que lo que se necesita es más desregulación, sólo significa que necesitan, los que ejercen el poder, de un gobierno todavía más divorciado de la sociedad. Eso es lo que históricamente ha significado ese concepto tan acuoso y fangoso que es el de neoliberalismo.Que nadie se extrañe de que la sociedad comience a responder por sí misma ante este vacío de poder (una idea aterradora para los detentadores del poder) y se ponga por delante, por sí misma, para defenderse, ante todo, de quienes están llamados constitucional y legalmente a defenderla. Definir a México como un “Estado fallido” es una idiotez. Eso significaría exonerar a los responsables. Aquí hay responsables y la ciudadanía mexicana los identifica cada vez mejor, hasta por sus nombres. Cada vez aprende también que si ella no se defiende nadie lo hará por ella. Esa es la razón del movimiento cívico que atesta las plazas de la República.
la jORNADA. DOM 1 DE FEB 09

URGE REVOCARLE EL MANDATO A CALDERON ANTES QUE ACABE CON MÉXICO

Porfirio Muñoz Ledo
Bitácora republicana
30 de enero de 2009
Golpismo constitucional Al despuntar el año se abrió el debate sobre una cuestión jurídica de inmensa trascendencia y actualidad: el sistema de sustitución del presidente de la República. Prominentes congresistas y destacados juristas se pronunciaron, pero súbitamente entrevistas ya realizadas dejaron de publicarse. A pesar de que los voceros parlamentarios advirtieron que el tema "no lleva dedicatoria" , "ni debe ser tabú", sino que es parte de la pospuesta reforma institucional, la discusión fue silenciada. El epitafio fue la declaración del presidente del Senado en el sentido de que "no es un problema fundamental para el país". Como asegura Diego Valadés: "La doctrina mexicana ha tratado este asunto de manera muy superficial" , por considerarlo "espinoso" y por las implicaciones palaciegas que tiene. Es consecuencia de la "cultura política del Tlatoani, ya que éstos no sólo son intocables e infalibles, sino imperecederos, cuando menos durante seis años".Durante nuestra trayectoria constitucional nos hemos dado las soluciones más diversas y circunstanciales. En 1824 se estableció la vicepresidencia, cuyo titular era quien había ocupado el segundo lugar en la contienda y por tanto fuente natural de conspiraciones. Las constituciones de 1836 y 1843 la suprimieron, dejando al Senado la tarea de nombrar al interino, obviamente del mismo partido.En 1857, al cancelarse esa cámara, quedó la suplencia en el presidente de la Suprema Corte —electo por el mismo método que el Ejecutivo—, de donde derivó la legitimidad de Benito Juárez a la renuncia de Comonfort. En reformas sucesivas de 1876, 1882 y 1896, la eventual suplencia fue rotando del presidente del Senado al secretario de Relaciones, al de Gobernación o al que la ley designara, hasta que el Congreso nombrase el definitivo.La Constitución de 1917 suprimió la suplencia automática y dejó al Poder Legislativo la tarea de elegir, según el caso, al provisional o al interino, según estuviese o no reunido el Congreso. Si la falta ocurriese durante los dos primeros años, se procedería a convocar nuevas elecciones, pero si fuese posterior el suplente fungiría como sustituto y completaría el mandato.Esa temporalidad no fue modificada a pesar de la ampliación del periodo presidencial a seis años. Se confirmó más tarde que si la falta ocurriese en los últimos cuatro años, el designado por el Congreso permanecería en el encargo. Grave precedente de un largo ejercicio del Ejecutivo por acuerdo político y al margen de la soberanía popular.Concluida la hegemonía de un solo partido, el sistema resulta altamente riesgoso. Mientras no se pongan de acuerdo los grupos parlamentarios para alcanzar la mayoría de dos tercios, la Presidencia estaría acéfala. Algunos proponen un método de votaciones decrecientes —muerte súbita— y otros sugieren volver a la suplencia automática.Recordando su vivencia de mandatario, Miguel de la Madrid propone la restauración de la vicepresidencia. Sostiene que gobernó en "angustia permanente", pensando que, como el Ejecutivo se deposita en una sola persona, si ésta falta desparece todo un poder. Carpizo considera "nefasto olvidar y repetir ese error", y sugiere en cambio una suplencia temporal a cargo del presidente del Senado.Ambas propuestas corresponden a la tradición estadounidense, que reúne los dos cargos en un mismo individuo. Hay otra, adelantada por la CERE en el 2000: que la suplencia recaiga nuevamente en el presidente de la Corte, entendido como un "encargado del despacho, cuya función primordial sería organizar las elecciones de modo imparcial y en el plazo más breve".Lo esencial es que el único reemplazo democrático es el que decidan los ciudadanos en las urnas. Recordemos que ésta se produce por cualquiera de las causas previstas: renuncia, muerte, incapacidad, pero también desafuero, juicio político y —en su caso— revocación de mandato. Según el actual sistema, podría ocurrir que dos partidos decidieran remover al Ejecutivo y sustituirlo por otro. Una suerte de "golpismo constitucional" .La sola posibilidad de que suceda convierte al presidente en rehén de sus potenciales verdugos. En ello reside el arma secreta del PRI y la clave de su ansiada jefatura de gabinete. Así lo reconoce Emilio Gamboa, cuando sostiene que apoyaron a Calderón en su toma de protesta "para evitar una crisis constitucional" .Lo hicieron para cohonestar la violación del sufragio, someter al Ejecutivo a su merced y recuperar en la maniobra el terreno perdido por el rechazo ciudadano. Es, pues, gracias a la pequeñez de unos y la mala fe de otros que ha naufragado la reforma del Estado y, con ella, la solvencia de las instituciones políticas.