lunes, 25 de agosto de 2008

QUE SE VAYAN TODOS!





¡Que se vayan todos!
Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia

Supongo que usted se refiere al presidente. No, no, qué va. Los ministros, los gobernadores y los alcaldesEra el grito de los argentinos en 2002 en los tiempos de Menem y Duhalde. Hablé con ellos lo mismo en sus bellas avenidas que en los arrabales de Buenos Aires: ¡Que se vayan todos!Supongo que usted se refiere al presidente. No, no, qué va. ¡Que se vayan todos! Los ministros, los gobernadores y los alcaldes. ¿Y qué de los congresistas? ¡Que se vayan todos! Que se vayan también los magistrados de la Corte y los policías y los jueces. ¡Que se vayan todos! Ese era el reclamo de cientos de miles en toda Argentina. Lo mismo me dijeron intelectuales en un café, que mujeres de todas las condiciones o hasta los pibes de la clase alta que andaban despellejando las paredes de anuncios de cartón para conseguir algún dinero.Allá el estallido social se produjo por la madre de todas las crisis económicas. Acá, aunque la economía tampoco anda nada bien, la motivación principal del hartazgo es otra: la peor crisis de inseguridad, injusticia, impunidad y criminalidad de que los mexicanos tengamos memoria.Es probable que nunca lleguemos al extremo de exigir "¡Que se vayan todos!". Pero también es posible que rebasemos ese límite. Por lo pronto la distancia se acorta y se sintetiza en la ya célebre exigencia de Alejandro Martí: "¡Si no pueden, renuncien!", expresada en una apresurada sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública ante la descomposición del escenario social en la mayor parte del país.Por supuesto que la intención mediática fue la de una imagen de cohesión y fortaleza de 50 notables para combatir —ahora sí— la violencia generalizada. Un evento desprovisto del elemento toral de la credibilidad por la sencilla razón de que varios de sus protagonistas están severamente cuestionados por abusos, tráfico de influencias y hasta sospechas de nexos criminales.Hubo gobernadores ahí presentes en cuyos territorios se ha multiplicado la presencia del narcotráfico. No faltaron funcionarios que han encubierto investigaciones criminales o enriquecimientos inexplicables de sus antecesores. A ver: ¿hay alguna investigación oficial sobre la ostensible riqueza de Marta, Vicente y sus hijastros? ¿Se puede creer en un pacto firmado por el gobierno represor de Ulises Ruiz? ¿Es posible confiar en un compromiso de lucha contra el secuestro avalado por Mario Marín, el secuestrador de Lydia Cacho?Seamos claros: el gran obstáculo para la justicia en México es el abuso sistemático del poder de los tres niveles de gobierno que usan a sus policías como ejércitos particulares y a los ministerios públicos, jueces y magistrados como gestores de sus intereses personales y políticos.En sentido contrario, los hechos y declaraciones oficiales recientes confirman una realidad devastadora: en México hay una justicia para los ricos y los poderosos y otra para los pobres y los jodidos. Los gobiernos todos se movilizan por un secuestro notable y nadie mueve un dedo por el regadero de muertos entre los miserables. En cambio, se aplica la ley de modo inhumano y absolutamente desproporcionado en el caso de Ignacio del Valle, el de Atenco, a quien se le ha sentenciado oficialmente a 112 años de prisión por retener unas horas a funcionarios públicos, pero con la evidente venganza política por haberse opuesto a la construcción de un nuevo aeropuerto.Ni una palabra sobre la miseria, la polarización social o el desempleo. Tampoco sobre los grandes beneficiarios del crimen organizado. Solamente una foto. Pero también una frase.

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La cumbre, ¿y ahora qué?


Jorge Carrillo Olea

El ombudsman José Luis Soberanes y el presidente de la Suprema Corte, Guillermo Ortiz Mayagoitia, durante la reunión para firmar el pacto sobre seguridad
Foto: José Carlo González
Premeditadamente escribo esta nota antes de los sucesos del jueves 21, la cumbre de seguridad pública. No como un acto premonitorio, sino más bien como exorcismo. El infantilismo de Ebrard, lo masivo de la junta, el majestuoso escenario escogido y, en el fondo, como una concreta realidad, la dificultad dialéctica para encontrar estrategias de las que se demanda sean sólidas, trascendentes, pero que al mismo tiempo den frutos al otro día. ¡Imposible!

No debemos menospreciar como ser humano, más lúcido o menos lúcido, al presidente Calderón. Está verdaderamente metido en la caldera del diablo y sin gente a su alrededor, porque no quiere que le ayuden con ideas o con hechos. Sufre su karma como pocos. No advierte que su hoy es producto de su pasado y a la vez gestor de su futuro, pero entre esto se lleva a la nación. Es por eso tal vez que ha creído una salida estar cada noche en televisión diciendo los discursos más insustanciales a raíz de nada.

Honestamente no sé qué se puede esperar de una reunión de decenas de asistentes, todos queriendo quedar bien. ¿Será por eso que Naciones Unidas, que reúne a 200 países, tiene para enfrentar crisis un Consejo de Seguridad con sólo cinco miembros permanentes y otros cinco protocolares, mudos y transitorios?

Veinticuatro horas después escribo: lo que no se deseaba, pero se esperaba, el parto de los montes. El Presidente, con un discurso que parece copiado de hace seis o 12 años; los gobernadores, ya es un fastidio, pidiendo dinero, basándose en estribillos, sin especificar en qué y para qué se aplicarán y hasta la respetable presidenta de México Unido contra la Delincuencia, que demanda “una estrategia confiable”. No es su papel decir en qué consistiría esa estrategia, pero sí es su voz la adecuada y valiente para decir: ¡díganos con detalle qué van a hacer! El señor Martí, dolido, justamente dolido, exige: “si no saben o no pueden… renuncien”.

La preparación de una propuesta aceptable choca con el obstáculo que en casi tres años de gobierno se ha dicho mucho y no se ha hecho nada. Es casi imposible aspirar a presentar algo innovador cuando todo se ha pisoteado y en el terreno de los hechos nada se ha demostrado. Se hicieron 75 compromisos, ¿alguien lo puede creer?

No hubo nadie que hablara de la pobreza, del desempleo y de la incultura; se olvidó que el delito es producto de algo y no causa. No hubo quien propusiera un diálogo con Estados Unidos firme y exigente sobre el consumo de drogas, la exportación ilegal de armas; sobre el conocimiento y en su caso control de los flujos de capital, de una verdadera cooperación internacional.

La conclusión, después de un desarrollo previsible, fue: “Nos vemos en 30 días”, ordenó Calderón. Aun ante el escepticismo con que se recibió el resultado de la reunión, todos los mexicanos tenemos derecho a una dosis de esperanza y de confianza de que algo mejorará, ya no por nuestro interés individual, sino por la viabilidad de una patria deseada.
tuopinionjc@hotmail.com.mx

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FUENTE: http://www.rafapal.com/?p=1174