miércoles, 15 de septiembre de 2010

DECRETO DE EXCOMUNIÓN CONTRA EL CURA MIGUEL HIDALGO

Decreto lanzado por el obispo Manuel Abad y Queipo. Obispo de Michoacán de 1810
a 1815.
«Por la autoridad de Dios Todopoderoso, el Padre, Hijo y Espíritu Santo; y de

los santos cánones, y de la Inmaculada Virgen María madre y nodriza de nuestro

Salvador; y de las virtudes celestiales, ángeles, arcángeles, tronos, dominios,

papas, querubines y serafines y de todos los santos patriarcas y profetas; y de

los apóstoles y evangelistas; y de los santos inocentes, quienes a la vista del

Santo Cordero se encuentran dignos de cantar la nueva canción; y de los santos

mártires y santos confesores, y de las santas vírgenes, y de los santos,

juntamente con todos los santos elegidos de Dios, lo excomulgamos y

anatematizamos, y lo secuestramos de los umbrales de la iglesia del Dios

omnipotente, para que pueda ser atormentado por eternos y tremendos

sufrimientos, juntamente con Datán y Avirán, y aquellos que dicen al Señor,

¡Apártate de nosotros! porque no deseamos uno de tus caminos y así como el fuego

del camino es extinguido por el agua, que sea la luz extinguida en él para

siempre jamás. Que el Hijo, quien sufrió por nosotros, lo maldiga. Que el

Espíritu Santo, que nos fue dado en nuestro bautismo, lo maldiga. Que la santa

cruz a la cual ascendió Cristo por nuestra Salvación, triunfante de sus

enemigos, lo maldiga. Que la santa y eterna Virgen María, madre de Dios, lo

maldiga.» «Que todos los ángeles y arcángeles, principados y potestades, y todos

los ejércitos celestiales, lo maldigan. Que San Juan el precursor, y San Pedro y

San Pablo y San Andrés y todos los demás apóstoles de Cristo juntamente, lo

maldigan. Y ojalá que el resto de sus discípulos y los cuatro evangelistas,

quienes por sus predicaciones convirtieron al mundo universal, y ojalá que la

santa compañía de mártires, y confesores, quienes por sus santas obras se han

encontrado agradables al Dios Todopoderoso, lo maldigan. Ojalá que el Cristo de

la Santa Virgen lo condene. Ojalá que todos los santos desde el principio del

mundo y todas las edades, quienes se hayan ser los amados de Dios lo condenen; y

ojalá que los cielos y la tierra y todas las cosas que hay en ellos, lo

condenen. Que sea condenado donde quiera que esté, en la casa o en el campo: en

los caminos o en las veredas; en las selvas o en el agua, o aún en la iglesia.

Que sea maldito en el vivir y en el morir; en el comer y el beber; en el ayuno o

en la sed; en el dormitar o en el dormir; en la vigilia o andando; estando de

pie o sentado; acostado o andando; mingiendo o cancando y en todas las sangrías.

Que sea maldito interior y exteriormente. Que sea maldito en su pelo. Que sea

maldito en su cerebro.. Que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus

sienes, en su frente y en sus oídos; y en sus cejas y en sus mejillas; en sus

quijadas y en sus narices; en sus dientes anteriores y en sus molares; en sus

labios y en su garganta; en sus hombros y en sus muñecas; en sus brazos, en sus

manos y en sus dedos. Que sea condenado en su pecho, en su corazón, y en todas

las vísceras de su cuerpo. Que sea condenado en sus venas, en sus músculos, en

sus caderas, en sus piernas, pies y uñas de los pies. Que sea maldito en todas

las junturas y articulaciones de su cuerpo. Que desde la parte superior de su

cabeza hasta la planta de sus pies, no haya nada bueno en él. Que el Hijo del

Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga, y que el cielo con

todos los poderes que hay en él se subleven contra él, lo maldigan y lo

condenen.» «Amén. ¡Así sea! Amén».



Este edicto de excomunión fue dado a conocer al Padre de la Patria el día 29 de

Julio de 1811, antes de ser pasado por las armas.



"El proceso degradatorio se llevó a cabo el 29 de julio de 1811 en una de las

salas del Hospital Real de Chihuahua, y consistió en rasparle la piel de la

cabeza, que había sido consagrada, como cristiano y sacerdote, también le

arrancaron la yema de los pulgares e índices de las manos que habían sido

consagradas en el día de la ordenación, después lo entregaron al gobierno

español para que lo fusilaran, sin ninguna de las prerrogativas y beneficios

eclesiásticos, en que antes se amparaba cualquier reo.



Obispo Manuel Abad y Queipo, fue nombrado obispo por la regencia, y nunca fue

presentado por el Papa; además, por ser hijo natural no podía ser sacerdote ni

obispo, según las leyes eclesiásticas de aquella época. Sin embargo, bien

aceptaron la excomunión dictada por él. Manuel Abad y Queipo era obispo de

Michoacán, y permaneció en su cargo hasta 1815, en que salió para España."

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