por Eliades Acosta Matos
(destacado intelectual cubano y jefe del Departamento de Cultura del
Partido Comunista de Cuba)
Lo que en rigor enfrenta a los dos candidatos que se disputan la
Presidencia de los Estados Unidos en el 2008, puede ser resumido así:
quieren más o menos lo mismo, pero por diferentes vías y métodos. Lo
demás es cuestión de matices y lenguaje político.
Ninguno de los dos se cuestiona el poder hegemónico imperialista sobre
el mundo. Su enfrentamiento llega a la hora de optar por la forma en
que debe ser ejercido: McCain prefiere los métodos tradicionales y
fuertes, el despliegue de fuerzas militares, las invasiones, los
crecientes presupuestos de defensa y seguridad y el aplastamiento
violento de enemigos y adversarios. Obama dice entender mejor que su
rival las condiciones cambiantes del mundo moderno, la complejidad de
los desafíos por delante, los nuevos escenarios mundiales donde su
país tendrá que ejercer su liderazgo y promover sus intereses, por lo
que apela a las reformas, a las que llama "cambio", aunque sabe bien
que no pasarán de afectar la superestructura, sin llegar jamás a las
razones profundas de las desigualdades y las injusticias, mucho menos
a vertebrar un nuevo orden internacional. Es por ello que sus llamados
al diálogo directo con los gobiernos que considera enemigos, o los
métodos suaves que propugna son fórmulas que buscan maximizar la
eficiencia del sistema, al menor costo posible. Nada más.
Pero de ese enfrentamiento electoral, a pesar de que, como bien se
sabe, tiene en ese país mucho de show mediático y poca enjundia
conceptual, esta vez si se derivará el diseño del futuro rostro
público del Imperio, el que se deberá escoger entre dos máscaras
posibles: una sonriente, blanda y bonachona, la otra de ceño duro,
adusta y amenazante. La primera disfrutaría de la novedad del cambio
posible, de la potenciación de las esperanzas, y podría traer un
respiro al agobiado sistema de dominación global, en los albores del
Siglo XXI, preparándolo mucho mejor para la labor de avance hacia las
últimas fronteras de la periferia mundial, sin tener que desgastarse
peligrosamente en guerras eternas, siempre impopulares. La segunda es
más de lo mismo, la cansona continuación de políticas fracasadas, y
cada vez menos eficaces y caras, que han transparentado en Irak,
Guantánamo, Abu Grahib, los vuelos secretos de la CIA, el Acta
Patriótica, etc, los mecanismos de dominación de un sistema criminal e
hipócrita. A su favor juega la psicología del fortín asediado por
nubes de apaches, que prioriza la defensa a toda costa, y que pospone
cualquier otro razonamiento a la derrota que antes se deberá propinar
a los bárbaros.
"Si yo llego a ser el rostro visible de la política exterior y el
poder en los Estados Unidos -ha declarado Obama a James Traub,
periodista de The New York Times- tomaré las decisiones estratégicas
con prudencia, y manejaré las crisis, emergencias y oportunidades en
el mundo, de manera sobria e inteligente. Pienso que si alguien le
dice a la gente que tenemos un Presidente en la Casa Blanca que tiene
una abuela viviendo en una cabaña a orillas del Lago Victoria, y una
hermana medio indonesia casada con un chino-canadiense, ellos pensarán
que ese Presidente debe tener un mayor dominio de lo que ocurre en
nuestras vidas y en nuestro país. Y tienen razón". (1)
En ese ensayo de James Traub, publicado por The New York Times el 4 de
noviembre del 2007, se pueden leer algunas de las razones que explican
el apoyo de muchos norteamericanos y gente de otras latitudes a este
candidato demócrata. "Es posible que los partidarios de Obama crean
que su biografía y este ángulo de su visión puedan ayudar a curar las
heridas que nosotros mismo nos hemos causado por nuestra indiferencia
hacia los puntos de vista de los demás, y por el aislamiento de un
Presidente que se muestra indiferente ante el resto del mundo-
escribió James Traub, concluyendo-En ello radica la fuerza decisiva de
la candidatura de Obama". (2)
Para apoyar su punto de vista, Traub entrevistó en su ensayo a Joseph
S. Nye, el profesor de Harvard, bien conocido por su teoría del soft y
el smart power (poder suave y poder inteligente). "Obama como
Presidente -declaró Nye- podrá hacer más por el soft power de los
Estados Unidos en el mundo, que lo que hayamos podido hacer antes." (3)
Alrededor de Obama se han agrupado figuras relativamente jóvenes y más
liberales, que en su momento apoyaron a Clinton. "Sentimos-han
declarado- que él es quien puede ayudarnos a transformar la manera en
que los Estados Unidos tratan con el mundo."(4) Ellos reconocen que su
manera de analizar los problemas internacionales no se basa en la
simplificación de sus complejidades, sino en el respeto a ellas, lo
cual lo enfrenta radicalmente a la manera en que ha visto el mundo el
equipo neoconservador que llevó a la Presidencia a Bush. Pero Obama no
despierta sólo admiración y apoyo, sino también preocupación.
En una entrevista realizada por el periodista holandés Daan de Wit al
escritor norteamericano Webster Tarpley, autor del libro Obama, the
Postmodern Coup, The Making of the Manchurian Candidate, para la
revista Deep Journal, este realizó un interesante análisis acerca del
entorno del candidato demócrata y su probable supeditación a figuras
que podrían estar tras su candidatura, como son Joseph S. Nye,
Zbigniew Brzezinski y Goerge Soros, todos vinculados a círculos
preocupados por los retrocesos en el liderazgo global norteamericano,
y defensores de un replanteamiento radical en los métodos de política
interior y exterior de la nación, precisamente, para poder ejercer tal
liderazgo en las nuevas condiciones de nuestra época. Las sospechas de
Webster Tarpley se basan en los siguientes elementos, según sus
declaraciones: (5)
-Obama es la hechura política de Brzezinki y lleva más de 25 años bajo
su adoctrinamiento directo. "Mi criterio es que Obama fue reclutado
por Brzezinski entre los años 1981, 1982 o 1983, donde ambos
coincidieron como Profesores en la entonces Columbia University… En
sus memorias, Obama elude hablar de este período, habla del consumo de
drogas, pero no dice nada acerca de la maravillosa Ivy League, de la
prestigiosa elite de la Columbia University, de la que formó parte.
-Entre los que se mueven detrás de Obama se encuentra Joseph S. Nye,
quien representa al Grupo Bilderberg y es Director para América del
Norte de la Comisión Trilateral, y Brzezisnki, que forma parte de la
misma. El primero ha escrito libros sobre el soft power, que es de lo
que habla Obama. Ellos afirman que no se necesitan invasiones
militares, sino subversión ideológica, guerras culturales y
diplomacia; que lo que se necesita es dividir al enemigo para
conquistarlo. Otros que lo apoyan, desde estas mismas posiciones son
la Ford Foundation, el Council of Foreign Relations, y la llamada
Escuela Económica de Chicago.
-Brzezinski y su mano derecha, Samuel Huntigton, han mirado a los
neocons y les han dicho: "Les dimos la teoría del choque de
civilizaciones, y lo que debían haber hecho es haber provocado que
unos se enfrentaran a los otros en los diferentes continentes. La
esencia del imperialismo no es atacar a Irak, sino lanzar a Irán
contra Irak, a Etiopía contra Somalia, a Colombia contra Venezuela, y
a China contra Rusia…”
Independientemente de que Webster Tapley pueda demostrar o no sus
sospechas acerca de la conexión existente entre Obama y el grupo de
políticos y estrategas que se agrupan alrededor de Brzezisnki, Nye y
Soros, lo cierto es que sus declaraciones públicas, sus preferencias
políticas y sus proyecciones programáticas apuntan, sin duda alguna,
hacia esa dirección. Puede ser coincidencia, pero a este nivel de la
política norteamericana, las coincidencias inocentes no existen.
Cuando Obama declaró a James Traub que las figuras de la política
exterior norteamericana que más admiraba eran George C. Marshall, Dean
Acheson y George F. Kennan, especialmente por…¨la manera en que habían
resuelto los problemas, escogiendo siempre otras herramientas
diferentes a las militares, que son muy costosas…" (6), estaba
afiliándose a la llamada escuela realista y pragmática de la política
exterior de su país, precisamente por la que trabajan personajes como
los citados. Obama lo subrayó al reconocer que respetaba también el
grupo que delineó la política exterior del país durante el primer
mandato de Bush Sr, especialmente a Colin Powell y Brent Scowcroft,
este último uno de los consejeros del CSIS (Center for Strategic &
International Studies), el tanque pensantes de Washington, del cual
son también consejeros Brzerzinski, Carla Hill, Henry Kisssinger,
James R. Schlessinger, Sam Nunn y Richard Fairbanks, mientras que
Richard Armitage, quien fuera el segundo de Colin Powell, y Joseph S.
Nye forman parte de su Junta de Gobernadores. Precisamente, el CSIS se
caracteriza por abogar por el regreso a una política exterior
realista, o lo que es lo mismo, a una política imperialista que guarde
ciertas formalidades y no abuse de su fuerza militar, pues la guerra
no sólo es costosa, sino también mala para las relaciones públicas y la prensa.
El 8 de febrero del 2008, bajo los auspicios del CSIS, fue impartida
una conferencia por Bill Richardson, Gobernador del estado de Nuevo
México, titulada The New Realism and the Rebirth of American
Leadership, en la cual fue moderador el Dr John Hamre, su Presidente.
Lo más interesante de esta conferencia es que en ella fueron expuestos
los puntos programáticos de lo que Richardson llamó, con toda razón,
el enfoque del "Nuevo Realismo" para lograr que el liderazgo
norteamericano renazca sobre la base de reconocer y afrontar las
verdaderas realidades del mundo en el Siglo XXI. Para ello, una y otra
vez, el conferencista llamó a superar las políticas de gobierno
excesivamente permeadas por la ideología de un clan dominante, en
clara alusión a los desastres que deja detrás el grupo neoconservador
que llevó al poder a Bush.
Es interesante apreciar que Francis Fukuyama, un desertor de la Nave
de los Locos, antiguo neoconservador militante y teórico del fin de la
historia y la inevitable victoria del capitalismo liberal en el mundo,
apoya también la candidatura de Obama, y ha expresado, durante su
reciente visita a Australia, las razones que lo hicieron renegar de su
antiguo credo:
"Yo me percaté de que muchos de mis amigos (neocons) dependían
demasiado en sus ideas del hard power, como medio para provocar
cambios políticos en el mundo. Pero los actuales conflictos son muy
complicados y sólo el poder militar convencional no podrá poner de su
lado a otros pueblos… Yo creo que los Estados Unidos deben
reconectarse con el mundo. Para ello el nuevo Presidente deberá tener
unos gestos simbólicos iniciales, como por ejemplo, cerrar
Guantánamo…Debe haber una completa transformación en la guerra contra
el terrorismo. El sólo hecho de haberla llamado "guerra" le otorgó un
excesivo carácter militar al proceso; debemos usar más el soft power
para promover los intereses de los Estados Unidos… De los tres
candidatos presidenciales, Obama es el que más promete, en el sentido
de cambiar la política… Necesitamos una política exterior diferente…
Creo que estamos en la recta final del ciclo (político) generacional
que se inició con Ronald Reagan en el 1980, por lo que ciertas ideas y
hábitos deben ser enterradas… Independientemente de quien resulte
electo, la política de este país va cambiar…”(7)
Mientras los estrategas del CSIS promueven la candidatura de Obama,
claman por un cambio en la orientación de la política exterior del
país, organizan y lanzan programas para repensar el rol de los Estados
Unidos en el siglo recién iniciado, como Next América, cuya
conferencia cumbre tendrá lugar en enero del 2009, inmediatamente
después de las elecciones presidenciales, dedican tiempo y dinero a
proyectar cómo deben ser las embajadas norteamericanas del futuro y
proponen programas para el aumento de los intercambios educacionales y
culturales con el mundo, se acerca el momento crucial, el de las
votaciones. Allí no sólo se decidirá quién regirá el país durante los
próximos cuatro años, sino también si la nación y el mundo, podrán dar
piadosa sepultura a casi tres décadas de desastrosas políticas
imperialistas que, desde la Presidencia de Ronald Reagan y los
Programas de Santa Fé, hasta George W Bush y el Proyecto para un Nuevo
Siglo Americano, del clan neoconservador, han intentado, sin lograrlo,
extender hasta el último rincón del planeta el dominio imperialista.
Este afán, que hoy en Irak se muestra con toda su criminalidad e
impotencia, ha ensangrentado a todos los continentes, aumentando las
injusticias y desigualdades, la miseria y las humillaciones que son el
caldo de cultivo perfecto, junto a la ignorancia y la deshumanización,
para el auge del terrorismo, y que, como ya se sabe, no podrá ser
vencido mediante respuestas militares unilaterales.
Lo que está en juego es más que una victoria de uno de los dos
candidatos a la Presidencia: uno que promueve cambios en los métodos
imperiales, y el otro que promueve la continuación de los
tradicionales, por lo que algunos lo han llamado "el último neocon".
Lo que está en juego no es si las guerras del futuro serán más
culturales y menos mortíferas, sino la propia supervivencia del
sistema imperial, y de la Humanidad en su conjunto.
Una responsabilidad demasiado grande para dejarla sólo en las manos
del elector norteamericano.
No creo que los estrategas del soft y el smart power, de la diplomacia
pública y de las Guerras de Cuarta Generación (expresiones, al fin, de
las guerras culturales del Imperio), que hoy se refocilan en sus
cuarteles de invierno, esperando la salida definitiva de los
remanentes del otrora poderosísimo clan neoconservador, hayan tenido
ocasión de leerse la novela ¨El Gatopardo¨, de Giusseppe Tomasso di
Lampeduza. De haberlo hecho, estarían citando constantemente las ya
clásicas palabras de su personaje principal, Don Fabricio Corbera,
Príncipe de Salina, para mayor adorno del oropel que arropa a los
intelectuales norteamericanos vinculados al poder.
En 1860, con el desembarco de Garibaldi en Sicilia, el Príncipe y su
familia asisten desde lejos al ocaso de su época, la del dominio
aristocrático de los elegidos, la del reinado soñoliento de una
sociedad y una política donde no pasaba nada, porque hasta la
eternidad, todo ya había sido repartido a través de un cerrado régimen
de castas, más inviolable que el de la India. La irrupción de una
burguesía adinerada y codiciosa, de origen plebeyo, y su inserción en
los mecanismos del poder político, era mal vista por los hombres del
antiguo régimen, pero pronto comprendenderán que sus intereses no
serán afectados sustancialmente, porque no se ha producido una
revolución radical, apenas una cambio de actores secundarios. Cuando
Chevally di Monterzuolo, un funcionario piamontés, llega a la
residencia estival del Príncipe, en Donnafugata, para proponerle un
escaño en el Senado del nuevo Reino de Italia, este le responde con
desdén, desde la sabiduría de una clase que viene mandando de antiguo
y ha visto pasar todo tipo de cambio político, sin dejar de hacerlo:
" Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie".
Pero la frase no pertenecía a la inventiva del Príncipe, sino de su
sobrino Tancredi, quien al principio de la novela va a despedirse de
su tío para enrolarse en las tropas garibaldinas, lo que escandaliza a
este, y le hace recordar que…"un Falconeri debe estar a nuestro lado,
por el Rey". "Por el Rey, es verdad-le responde con cinismo el
sobrino-pero, ¿por cuál?... Si no estamos también nosotros, esos te
endilgan la república… Si queremos que todo siga como está, es
necesario que todo cambie. ¿Me explico?"
Después del abrazo de despedida, el Príncipe pone en el bolsillo de
Tancredi… "un cartucho de onzas de oro". Al este partir, el Príncipe
abandona la habitación. "Bajando las escaleras comprendió. "Si
queremos que todo siga como está…"Tancredi era un gran hombre: siempre
había estado seguro de eso…"
El gatopardismo en política, de entonces acá, siempre ha sido, y sigue
siendo, la apoteosis del cálculo hipócrita de quienes aparentan
abrazar una causa para mediatizarla y neutralizarla desde dentro. Esto
lo saben bien, aunque no hayan leído a Lampedusa, los promotores
astutos del cambio, como consigna política central en la voz de uno de
los más firmes candidatos a la Presidencia de los Estados Unidos, no
los humildes ciudadanos norteamericanos que sienten que las
transformaciones en su país son imprescindibles, y consecuentemente se
movilizan para apoyar a quien creen las encarna. Pero salta ante
nuestros ojos, una y otra vez, el espectro del sobrino felón
impartiendo una clase magistral de cinismo al tío decrépito, en medio
del paisaje de Donnafugata, cuando conocemos que detrás de Barack
Obama están personajes tan retorcidos como Zbigniew Brzezinski o
Richard Armitage, multimillonarios especuladores como George Soros, y
tanques pensantes orgánicos del establishment, como el Centre for
Strategic & International Studies (CSIS).
El nuevo rostro y renovada vocación cultural que estrena el Imperio,
en vísperas de las elecciones del 2008, es el que la historia le ha
impuesto, no el que le gustaría mostrar. Bajo las cirugías
reconstructivas está marcado por las horribles cicatrices de la guerra
de Irak, los desastres del hambre, las enfermedades y la miseria que
provoca, por el rictus terrible de los atacantes suicidas que se
inmolan creyendo servir así a su dios, pero que, al final, sólo
benefician a quienes en sus faraónicas oficinas en Washington, Tokio,
Londres, Berlín o Sydney firman más contratos militares con gobiernos
que se sienten amenazados por los terroristas. Y los cirujanos
estéticos que han dotado al Imperio de este nuevo y glamoroso look;
que lo han adornado con la ilusión de un renacimiento y una primavera,
son los intelectuales, civiles y militares que trabajaron
frenéticamente por reensamblar las partes caídas del casi fragmentado
Leviatán, repitiendo una y otra vez, hasta el infinito, las palabras
de Tancredi Falconeri a su tío, y recibiendo a cambio, como premio, el
mismo cartucho con las onzas de oro.
Las teorías, aparentemente humanistas y avanzadas que se mueven tras
esta jugada final de la ciudad letrada imperial, las que proclaman la
necesidad de invertir en escuelas, hospitales, desarrollo sostenible
para todos, nuevos centros culturales norteamericanos por el mundo,
más programas de intercambio, mayores flujos de información, acceso a
las tecnologías, comercio más justo, respeto a las diferencias y
despliegue global del soft power, son, sin dudas, en caso de
aplicarse, un paso de avance si las comparamos con las que promovieron
antes otros representantes de esa misma ciudad letrada, los guerreros
del clan neoconservador, entre ellas, las guerras preventivas, los
ataques a más de ¨60 oscuros rincones del planeta¨, los asesinatos
selectivos, los secuestros y cárceles clandestinas de la CIA, la
legalización de la tortura y el espionaje a sus propios ciudadanos,
los bloqueos y embargos comerciales, las políticas proteccionistas y
de promoción del intercambio desigual, el aislacionismo arrogante de
la política exterior norteamericana, el derroche de los recursos
naturales, la explotación despiadada del Tercer Mundo, las políticas
migratorias restrictivas, la extensión de la pobreza, la ignorancia,
el hambre y las enfermedades, el uso de la cultura y los medios para
llevar a cabo la subversión de gobiernos considerados hostiles a los
intereses de Estados Unidos, el monopolio egoísta de la tecnología y
la información, el armamentismo, el estímulo al consumismo
desenfrenado y el desprecio por las otras culturas.
La pregunta que surge es, ¿realmente las políticas del "Nuevo
Realismo" están destinadas a cambiar las bases profundas del sistema
imperial, o se trata apenas de darle un nuevo aire y una nueva imagen,
forzadas por los descomunales y peligrosos errores de la administración Bush?
Al menos en el terreno cultural, no se vislumbra un cambio radical en
la orientación de las políticas en marcha, ni siquiera a largo plazo.
Lo que está en el tapete y sobre la mesa de negociaciones no es la
promoción de una cultura democrática, plural y participativa para
hacer mejores y más libres a los seres humanos, a todos sin excepción,
sino su manipulación oportunista para reducir las amenazas y peligros
que penden sobre el futuro de los Estados Unidos, como centro
hegemónico de nuestra época. Ni siquiera se discute la manera en que
los ciudadanos norteamericanos puedan acceder más y mejor a los
productos culturales del resto de las naciones y pueblos del mundo, ni
cómo potenciar las industrias culturales autóctonas para que puedan
llegar a audiencias más masivas, sino los mecanismos a aplicar para
dirigir los flujos culturales y los mecanismos de influencia, de
manera más eficaz y sistemática, desde el centro hacia la periferia,
con el objetivo declarado de que cambie la percepción que hoy se tiene
de los Estados Unidos.
Cuando la cultura se utiliza de manera utilitaria y oportunista, como
en este caso, de lo que se trata, en el fondo es de disfrazar
culturalmente a estrategias de dominación, coerción y penetración que
no son culturales, sino, esencialmente económicas, políticas y
militares. En este cambio generacional que está teniendo lugar en la
política estadounidense, mientras parten cabizbajos los viejos
neoconservadores llevándose consigo, en procesión luctuosa, el cadáver
del reaganismo y el bushismo, quienes llegan para relevarlos están
convencidos de que la cultura es hoy la expresión concentrada de la
economía y la guerra por otros medios, a saber, suaves, blandos e inteligentes.
Y si apareciese todavía algún optimista a ultranza, algún iluminado
que viese a Obama como encarnación mesiánica de un cambio
revolucionario en el carácter y los mecanismos del sistema
imperialista de esa nación; si alguien creyese, de buena fé, que
estamos en presencia de un Luthero flamígero que ha llegado hasta aquí
para desterrar a los mercaderes del templo, de una vez y por todas,
bastaría mostrarle las estadísticas del dinero recaudado por cada
candidato en estas elecciones para que pueda sacar sus propias
conclusiones. A diferencia de las variadas lecturas que pueden tener
las habilidades oratorias, los gestos para la galería y los efectos
especiales de cada candidato, es por la ruta del dinero por donde
transita la inversión que el sistema hace para garantizar su futuro y
permanencia. Fin de las ilusiones, matemática pura y dura, testimonio
final. Veamos los datos, con el 13 de junio del 2008, como fecha de cierre: (1)
- Fondos recaudados por John Mc Cain: $ 102 661 197
- Fondos recaudados por Hillary Clinton: $ 221 704 597
- Fondos recaudados por Barack Obama: $ 272 167 115
Si después de estos datos aún persistiese el optimismo insumergible de
algún cándido; si argumentase, incluso, que tales cifras podrían
indicar la magnitud de los aportes del pueblo a sus candidatos
preferidos, le responderíamos que así no funciona la política
norteamericana, no al menos en ligas mayores, y que el Leviatán
imperial no se mueve por el aporte modesto de los humildes, sino por
el dinero de los grandes donantes, que a fin de cuentas no lo hacen
por civismo ni filantropías, sino por promover y garantizar sus
intereses. Y aportaríamos, además, lo siguientes datos, con fecha de
cierre 8 de mayo del 2008, de CNNMoney. com: (2)
- Los mayores donantes en estas elecciones, hasta la fecha, han sido
las grandes corporaciones al estilo de los bancos JP Morgan, Goldman
Sachs y Citigroup.
- Por primera vez en muchos años, Wall Street ha invertido en
candidatos demócratas (Hillary y Obama) y no en republicanos (Mc
Cain). Solamente, la industria de los seguros y las inversiones aportó
$ 35 millones a la campaña, el 55% de ellos a los demócratas, medio
millón más a Obama que a Hillary, y el doble al primero ($ 7,5
millones), en comparación con Mc Cain.
- También las grandes firmas legales y de abogados favorecieron a los
demócratas, con más del 77% de los $ 58 millones aportados. La
industria del entretenimiento entregó más de $ 9 millones, de ellos el
82% a los demócratas.
- Los mayores donantes corporativos de Obama, hasta el momento, han
sido, Goldman Sachs( grupo de inversiones, ganancias 2006: $9540
millones), University of California, UBS(Banco privado y de
inversiones, beneficios del 2007: $ 4384 millones), JP Morgan Chase
(servicios financieros, activos por valor de $ 1300 millones) y
Citigroup( mayor empresa financiera del mundo, ingresos del 2006: $
155 mil millones).
Tras conocer estos datos, y cuando nuestro descorazonado optimista se
haya retirado, cabizbajo y pensativo, la pregunta que queda flotando
en el aire es:
Las grandes corporaciones norteamericanas, sostén y guardianes del
sistema, ¿pondrían su dinero, y su futuro, en manos de un político
poco confiable o propenso a veleidades, no ya revolucionarias, ni
siquiera moderadamente reformistas, si estas no les beneficiasen?
No creo que Vikram Pandit, el actual Presidente de Citigroup, ese
monstruo financiero presente en más de cien países, y que compró en el
2007 el fondo de inversiones Old Lane Partners por $ 800 millones, de
los cuales fueron a parar a su cuenta particular $ 165,2 millones,
tenga los mismos ideales y esperanzas que la mayoría de lo mortales
del planeta, esos que si necesitan de un verdadero cambio en las
políticas de los Estados Unidos.
Pero, ¡qué extraordinaria casualidad!
El Sr Pandit asumió la Presidencia del Citigroup el 11 de diciembre
del 2007, en medio de la mayor crisis de su historia. Hablando ante
banqueros ingleses acaba de declarar que…¨en muchos frentes, los
Estados Unidos avanzan hacia un reacomodo¨. El Sr Pandit no es blanco,
ni anglosajón. Nació en 1957 en Nagpur, India, y se graduó en 1976 de
ingeniero eléctrico, en la Columbia University, la misma donde se
graduó Obama. Este tampoco es blanco, ni anglosajón y opta por la
Presidencia de un país que atraviesa también la mayor crisis de su
historia. Obama, como el Sr Pandit, no se cansa de decir que su país,
en efecto, pide a gritos un reacomodo.
En algún lugar leí que cuando Roma necesitó de bárbaros, o sea, de
ciudadanos de cuna no romana para cuidar sus fronteras, guiar sus
legiones, comerciar en sus plazas y legislar en el Senado, desde ese
mismo instante comenzó la caída del Imperio.
Para intentar frenar lo inevitable es que el sistema promueve a Obama,
que es lo mismo que promover al fantasma de Tancredi Falconeri.
¿Cómo está ocurriendo ya en la cúpula de poder norteamericana la
transición silenciosa de una vieja y gastada filosofía de dominación a
otra nueva y prometedora? ¿De qué manera se organiza el contraataque
ideológico y cultural de un sistema que no se resigna a pasar sin
presentar batalla?
De Paul Wolfowitz y Richard Perle a Joseph S. Nye y Samantha Power;
del neoconservador Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, de 1997, al
reporte del Center for Strategic & International Studies(CSIS) sobre
el Smart Power, del 2007; de la embajada norteamericana en Bagdad, en
la Zona Verde, sepultada entre muros y torres de vigilancia, blanco
periódico de andanadas de cohetes de la resistencia iraquí, a los
centros culturales para la diplomacia pública que se planean inaugurar
en las principales ciudades del mundo, para que las personas de todas
las culturas las olviden y reciban el benéfico y salvador influjo de
la cultura de masas estadounidense; de George W Bush, que no lee
periódicos para evitar que los demás influyan en sus decisiones
políticas, a Barack Obama que dice no tener dificultad alguna para
reunirse con líderes enemigos de su país, e intentar influir sobre
ellos: del aislacionismo arrogante a la aceptación, al menos en
teoría, del multiculturalismo y el multilateralismo: todo eso es lo
que significa la globalización del gatopardismo que se nos viene
encima; esos son los rasgos que caracterizarán la manera nueva en que
veremos realizarse las viejas políticas imperiales.
Y lo más preocupante viene si se tiene conciencia de que la situación
del capitalismo global es tan desastrosa, que no hay garantías de que
sean aplicadas, ni siquiera, estas pálidas reformas culturales, aún en
el supuesto caso de que triunfe en las elecciones un candidato suave,
como Barack Obama. Porque hasta el aconsejable gatopardismo se
archivará, si el establishment siente que pueden estar en juego sus
reglas inmutables de supervivencia.
Por lo pronto, un gurú mediático como Arnaud de Borchgrave, editor de
¨The Washington Times¨, y director del United Press International y
Transnational Threats del CSIS, en su artículo ¨A move to curb
capitalism?¨, del 30 de mayo del 2008, ha dado la voz de alarma, y es
de notar que no se ha referido sólo a la crisis en los Estados Unidos,
sino en todo el sistema capitalista. ¨ Las líneas aéreas, por concepto
del encarecimiento del precio del combustible, han perdido en el
último año, $ 89 billones de dólares, más del doble de lo planificado,
y un récord histórico, mucho mayor que las pérdidas como consecuencia
de los atentados del 11 de septiembre del 2001… Los paquetes de
compensaciones ejecutivas excesivas, la burbuja inmobiliaria, el
etanol y la crisis alimentaria mundial, la erosión de la clase media,
todo va llevando al mamut del capitalismo a la bancarrota… ¨ (1) Y el
peligro no es sólo el que emana de la crisis económica, sino también
el que se derivará de la crisis política que inexorablemente le
acompañará. ¨Hace pocos años,-recordó de Borchgrave-el filántropo
liberal George Soros en la reunión anual de tiburones, en Davos, lanzó
una bomba al afirmar que un capitalismo sin freno es un gran peligro
para la democracia…¨(2) Y mientras peor marcha la economía real, más
beneficios acumulan los especuladores de la economía virtual. Según
este mismo periodista,…¨entre 1986 y el 2006, el número de billonarios
se elevó de 350, antes del 11 de septiembre del 2001, a más de 1000,
en la actualidad.¨ (3) No es de extrañar que una ficción, como son los
servicios financieros, constituyan hoy el 21 % del PIB de los Estados
Unidos y sea el sector más importante de la economía privada del país.
Y para cerrar sus sombríos pronósticos sobre el futuro del capitalismo
global, Arnaud de Borchgrave cita a Francis Fukuyama, a quien llama
¨enemigo del transhumanismo¨, o de las manipulaciones genéticas y
biotecnológicas del cuerpo humano y sus funciones, quien ha denunciado
que ¨las nuevas tecnologías estarán más asequibles a los individuos y
las sociedades más ricas, lo cual generará una nueva superclase social
dominante¨ (4)
La alarma cunde entre los que apenas en las vísperas cantaban loas a
la inevitable victoria global del capitalismo, y predecían el
advenimiento de un milenio de paz basado en los principios de la
Ilustración, una vez derrotado el comunismo como alternativa a las
sociedades liberales. Ese mismo Francis Fukuyama, que ahora se
inquieta por las aplicaciones desiguales de los descubrimientos
científicos y las perspectivas de un mundo regido por elites
transhumanas, pretendía ignorar que, a principios de los 90, cuando
escribió ¨The End of Historia and the Last Man¨, otras elites
acaparaban los descubrimientos científicos de entonces, reservándolos
para su propio provecho, mientras las hambrunas y las enfermedades
diezmaban a las poblaciones excluidas del planeta. Tampoco reparó
Fukuyama en que ni antes, ni después de la caída de la URSS y del
socialismo en Europa del Este, la sociedad basada en la explotación y
el reparto desigual de las riquezas creadas con el trabajo de todos, y
en las ambiciones y egoísmos geopolíticos asentados en la lucha por la
expansión económica y los nuevos mercados, había garantizado, ni
podría garantizar, la paz internacional. Aquél desaforado optimismo
gnoseológico burgués, del mundo post Guerra Fría, resultó ser un
vulgar espejismo, la manera atontada en que el sistema se soñaba a si
mismo, olvidando sus pecados originales y la manera perversa y
sangrienta en que había emergido e impuesto su dominio al resto del mundo.
Llegada la hora de las dramáticas rectificaciones, ante la vitalidad
de una historia que se niega a morir, Fukuyama ha reconocido, a fines
de mayo del 2008, que…¨sus ideas emblemáticas de los 90 no tienen
aplicación universal¨ (5). No hacía falta decirlo, cualquiera lo podía
haber constado, a simple vista. Bastaba, por ejemplo, una mirada al
panorama político latinoamericano, donde las ideas favorables al
socialismo, y la propia vocación socialista de algunos de sus
gobiernos democráticamente elegidos, son más palpables que en tiempos
de la URSS y de la marea alta del socialismo mundial. Un reciente
libro de Robert Kagan, investigador principal del Carnegie Endowment
for International Peace y columnista del The Wáshington Post, lo
resumía en su título ¨ The Return of History and the End of Dreams¨,
que deja escuchar un suspiro acongojado escapado del pecho del sistema
que se creía vencedor y eterno. No en vano un desilusionado Kagan
concluye la Introducción de su obra con una dura constatación: ¨Las
principales predicciones acerca de los años posteriores al fin de la
Guerra Fría colapsaron más rápidamente de lo que fueron formuladas.¨ (6)
En medio de tiempos convulsos vuelven los fantasmas del pasado,
algunos de los cuales se creían definitivamente enterrados. Eso está
ocurriendo con el concepto de clases sociales, piedra angular de la
concepción materialista de la Historia, de Marx. Su retorno, del brazo
de la historia a la que hacía referencia Robert Kagan, preludia un
retorno a los análisis marxistas para entender una realidad desbocada,
de la cual la crisis económica en ciernes es apenas un heraldo. ¨Para
la mayoría de los medios norteamericanos, el análisis de las noticias
no rebasa los criterios de raza, cultura y género,… tal parece que los
periodistas se sienten más confortables siguiendo los ritmos de las
políticas de identidad o raciales, antes que enfocándose en la
economía.- escribió Joel Kotkin en un revelador artículo titulado
¨Class war could replace culture war¨- Los problemas económicos serán
cada vez más importantes en las próximas décadas… Lo que el país
realmente necesita es expandir las oportunidades para la clase media y
la competitividad norteamericana en la arena internacional… Para la
clase política y los medios, pasar de la cultura y las razas a las
clases y elevar la movilidad entre ellas, representa un desafío
enorme. Algo debe hacerse, lo antes posible si los Estados Unidos
quieren asegurar un futuro decente a sus ciudadanos…¨ (7)
Los desafíos son demasiado grandes, aún para el astuto y dúctil
gatopardismo con que se pretende dar un nuevo aire al sistema.
Los tiempos de la Guerra Fría, en que un puñado de chicos creativos de
la CIA o el FBI era capaz de transformar en las personas la percepción
de la realidad, mediante emisiones radiales, caricaturas, falsas
noticias, y la difusión de rumores, parecen cosas de un pasado
prehistórico. Hoy todo es más complejo, y a la vez, más sencillo. Lo
que no ha cambiado es la certeza de que las herramientas culturales
sirven, eficazmente, para adelantar, promover, imponer y defender los
intereses de una superpotencia, como los Estados Unidos. Los medios
para llevar a cabo la tarea son, por supuesto, más sofisticados, pero
el concepto central se mantiene invariable: la cultura es un arma
poderosa en la batalla de las ideas, y por eso, debe estar siempre en
la primera línea de combate. La aplicación en nuestros días de esa
vieja máxima a la lucha por desestabilizar gobiernos considerados
enemigos u hostiles a los intereses norteamericanos, así lo demuestra.
Y ese es el caso, por ejemplo, de la guerra cultural que se lleva a
cabo contra países como Cuba, Venezuela o Bolivia, por sólo mencionar
tres del Hemisferio Occidental.
En el caso de Cuba, los ayer entusiastas promotores de la guerra
cultural en su contra se muestran hoy ansiosos y desgastados: saben,
al cabo de medio siglo, que ha sido una lucha estéril en la cual han
consumido, no sólo sus energías físicas y mentales, sino también una
buena parte de los infinitos millones que el Imperio dedica para
subvertir gobiernos que considera hostiles. La contra ilustrada cubana
se reconoce carentes de asideros en la vida cultural de la isla. Al
igual que el sistema que la amamanta, está abocada a evolucionar o
perecer. Probados todos los disfraces y todas las máscaras posibles,
se siente envejecida y decadente, y ha llegado a percibir la
esterilidad de continuar moviéndose por el laberinto de sueños jamás
cumplidos. Eso no significa que dejará de intentarlo, todo lo
contrario: seguirá atacando con desespero, difamando de todas las
certidumbres que compartimos, intentando demoler todas las
autoridades, minando todas las instituciones. Su momento de la verdad
le llegará a partir del 2009, una vez que asuma la nueva
administración norteamericana.
Para la Revolución cubana, para su pueblo, para sus artistas e
intelectuales, se acercan también momentos de prueba. La batalla de
ideas entrará en una fase nueva, inédita. El instinto de conservación
de un sistema mastodóntico, como el capitalismo, que está tocando
fondo, se deberá imponer a los sueños de grandeza imperial. El
imperialismo norteamericano sabe que desaparecerá si no evoluciona.
Por eso está dispuesto a cambiar todo lo que no cambie sus esencias,
especialmente sus métodos, para mantener intocables esas mismas
esencias. Aún con dolor de su alma, que apuesta por alguien como Mc
Cain, es posible que, institucionalmente apueste por alguien como
Obama. Bien lo valen, cree, sus glorias pasadas, sus buenos tiempos
viejos en que el mundo era tan sencillo de dominar, penetrar,
subvertir y explotar.
En las elecciones de este año, los estrategas del soft y el smart
power tienen posibilidades reales de llevar a la Presidencia a su
candidato. Aún cuando triunfe el candidato republicano, las políticas
del gobierno norteamericano experimentarán un cambio sustancial en los
métodos, no en los contenidos. Y la Humanidad, en su conjunto, se
adentrará en una fase nueva de la lucha ideológica, política,
cultural, incluso, militar, en la cual se estará jugando su propio
futuro. No es osado predecir que nos acercaremos a métodos y
manifestaciones nunca antes experimentadas de guerra cultural, y a
desafíos ideológicos inéditos, que obligarán a los revolucionarios a
replantearse muchos de sus propios métodos de combate en la batalla de
ideas, incluso, una parte de sus discursos legitimadores.
Un anticipo de lo que vendrá puede ya apreciarse en enfoques y puntos
de vista que se esconden detrás de noticias aparentemente inocuas,
pero que, tras un detenido análisis, se revelan como retos ideológicos
inusuales. Pero a la hora de efectuar predicciones, la única garantía
que tenemos para acertarle al futuro es volver la vista atrás, a las
enseñanzas del pasado.
Es que no hay fórmula invencible en el terreno de las ideas. Por mucho
dinero que el enemigo disponga, lo que decidirá esta batalla es el
nivel de cultura general integral de un pueblo, los flujos de
información variada, amena y diversa de que disponga, y la unidad
nacional alcanzada a través del proceso histórico. Desde ese ángulo,
aún con insuficiencias y dificultades, el pueblo cubano muestra una
singular fortaleza, difícil de encontrar en el mundo, lo cual sólo
significa que es un capital que no debe ser dilapidado.
Las fórmulas del soft y el smart power no son infalibles. Un artículo
de Josef Joffe publicado el 14 de mayo del 2006 en The New York Times
se titulaba, precisamente ¨The Perils of Soft Power¨. Escrito para
procurar la eficacia de este método, y de otras herramientas de
dominación norteamericanas, Joffe reconocía que…¨el soft power no
necesariamente incrementará el amor que siente el mundo hacia los
Estados Unidos. Mientras se trate de poder, de este o cualquier otro
tipo, siempre podrá generar enemigos. ¨ (8) El problema fundamental de
este enfoque radicaba, en opinión de Joffe, en que…¨independientemente
de que cientos de millones de personas de todo el mundo se vistan,
escuchen música, beban, coman, miren televisión o cine o bailen al
estilo norteamericano, no necesariamente se identifican esas
costumbres cotidianas con los Estados Unidos. Una gorra de baseball
del equipo de los Yankees es el epítome de lo norteamericano, pero
llevarla no significa que se conozca, y mucho menos que se apoye a
estos deportistas de New York. Lo mismo ocurre con las canciones, la
comida o los filmes… Esos productos difunden la imagen, no
necesariamente la simpatía. Hay poca relación entre los artefactos y
los afectos… Los Estados Unidos suelen ser rechazados al mismo tiempo
que son imitados… La imitación y la ingratitud son el juego más
antiguo en la historia de las naciones.¨ (9)
Eso es cierto, pero el artículo de Joffe no deja de aparecer ante mis
ojos como una astuta cortina de humo, un llamado a bajar la guardia y
dejarse invadir por la avalancha, sin intentar oponer resistencia. No
es precisamente el rechazo cultural, la activación anti-norteamericana
y la ingratitud lo que hemos presenciado en la mayoría de los lugares
del planeta sometidos a la banalización sistemática de sus jerarquías
culturales, bajo el influjo de innumerables productos y servicios
norteamericanos. Y a pesar de eso, en el caso de Cuba, hay motivos
para el optimismo.
Para fundamentar mi seguridad en la victoria ante estos nuevos retos,
he elegido imaginar lo que por estos días debe estar ocurriendo en el
otrora lujoso piso que ocupaba el Proyecto para un Nuevo Siglo
Americano, en el no menos lujoso edificio del American Entreprise
Institute, de Wáshington. Ese templo neoconservador, corazón y cerebro
del programa de contrarrevolución mundial que inició su etapa final
con la llegada de George W. Bush al poder, era visitado en procesión,
durante su edad de oro, por grupos de fieles y peregrinos de medio
mundo que llegaban en busca de la Palabra Neoconservadora Revelada;
por la señal del Olimpo capaz de abrir todas las puertas y sacralizar
todas las alianzas en ese difícil arte de saber claudicar ante el
poderoso y ponerse a su incondicional servicio.
Caravanas de empresarios, militares, filósofos e historiadores de todo
el mundo, al llamado inequívoco de los clarines imperiales, llegaban
hasta allí. Fue mayor el arribo de visitantes en la medida que se
iniciaba una guerra prolongada, inédita: la del Imperio contra
enemigos terroristas invisibles agazapados en oscuros rincones del
planeta. Sobre esos pueblos y estados fallidos pronto caería la cólera
divina, con tal contundencia, que, como se proclamaba entonces,
correrían a ponerse al amparo de la misericordia del Poder Global que
les fruncía el ceño.
Pero nada ocurrió de esa manera.
De aquellas oficinas espléndidas, de donde partían los funcionarios
que ocuparían las satrapías y consulados imperiales en las colonias de
ultramar; de aquellos locales colmados de tecnología que permitía a
los neoconservadores mostrarse en los televisores del planeta con esa
benévola arrogancia que los caracterizaba; de tantos flashes de
fotógrafos, trasegar de influencias, aprobación de millones y rumores
de muchedumbres embelesadas por el brillo de unos visionarios
todopoderosos, fanatizados con el legado de Ronald Reagan, sintetizado
en la frase¨ fortaleza militar y claridad moral¨, hoy queda, apenas un
fantasmal empleado que embala en cajas de cartón, sin prisa alguna,
las ruinas de lo que el viento se llevó. Y queda el silencio, el más
profundo y aplastante silencio.
Nada deja tras de si, aparte de muerte, maldiciones y destrucción, una
casta que intentó reinar con mano de hierro, recitando en griego los
Diálogos de Platón, y creyéndose inmutable y eterna, venida al mundo
para gobernar.
Nada queda de aquel trasnochado intento de extender el Imperio, a como
diese lugar, hasta el confín conocido de la Tierra, siguiendo las
recetas de Leo Strauss y Albert Wohlstetter.
La Humanidad despide, por estos días, con un suspiro de alivio, a la
era neoconservadora y se apresta a recibir, qué remedio, a la del soft
y el smart power, a la nueva casta de los nuevos realistas que
procurarán lo mismo, pero con manera suaves y rostros amables y
multiculturales.
Despedir a los que parten da fuerzas para recibir a los que llegan.
No pasarán.
Notas:
1) James Traub: “ Is (His) Biography (Our) Destiny?”. The New York
Times Magazine, 4 de noviembre del 2007.
2) Idem
3) Idem
4) Idem
5) Daan de Witt: “The Men Behind Obama: interview with Webster Tarpley
. 16 de mayo del 2008. En: http: //deepjournal.com
6) James Traub. Oport Cit.
7) Eleanor Hall: “The World Today: Fukuyama backs Obama for US
Presidency”, 27 de mayo del 2008. En: http: //www.abc.net.au
8) Fundrace 2008. En: http://huffingtonpost.com
9) Alexandra Twin: ¨Election ´08: Wall Street´s Big Donors¨. En:
http://cnnmoney.com
1) Arnaud de Borchgrave: “A move to curb capitalism?” . The Wáshington
Times, 30 de mayo del 2008.
2) Idem.
3) Idem.
4) Idem.
5) John A.: “The End of a neocon Fukuyama”. The Australian, 31 de mayo
del 2008.
6) Robert Kagan: “The Return of History and the End of Dreams”.
Introducción. En: http://www.amazon.com
7) Joel Kotkin: “Class War could replace Culture War”. Político, 16 de
abril del 2008.
8) Josef Joffe: “The Perils of Soft Power”. The New York Times, 14 de
mayo del 2008.
9) Idem.
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